¿Alguna vez te has preguntado si en las ciudades está presente la naturaleza? Curiosamente pensamos que sólo existe en el campo, en las montañas o en las playas y mares que visitamos cuando salimos de vacaciones. Sin embargo, no nos damos cuenta de que también está presente en los parques y jardines de nuestro barrio o colonia. La explicación se debe a que quienes habitamos en las urbes padecemos de lo que se ha dado en llamar “ceguera a las plantas”, caracterizada por la incapacidad que tenemos de mirar y poner atención al mundo vegetal que forma parte de nuestra vida diaria. Es así que somos incapaces de brindarle la adecuada atención y cuidados o de apreciar sus cualidades estéticas, como la forma de sus hojas y de su copa, la textura de sus troncos, o sus variados colores y olores.
Dicha ceguera nos lleva a darle muy poco valor a los espacios verdes, por lo que es muy común leer notas periodísticas como éstas: “La poda, derribo y muerte de los árboles es uno de los principales delitos ambientales que se cometen en la capital del país: señala la PAOT”; “Matan los árboles en pro de la publicidad: árboles que mueren de pie frente a un cartel publicitario”; “Impunidad a quienes matan o desmochan a los árboles: difícil captar in fraganti a los responsables”.
Al mal manejo del arbolado y vandalismo debemos sumar la falta de mantenimiento (riego, fertilización, control de plagas y enfermedades, entre otros), que, aunados al estrés en que viven los árboles urbanos, provocan su muerte prematura. Es por ello que, aunque las normas internacionales señalan que las ciudades deben brindar de 9 a 12 metros cuadrados de área verde a cada uno de sus habitantes, en las principales ciudades de nuestro país esto es materia casi muerta.
Te preguntarás… ¿Y para qué nos sirven los espacios verdes? Requerimos de ellos porque son el punto de contacto de los seres humanos con la naturaleza, espacio idóneo tanto para reducir el estrés diario en que vivimos como para fortalecer la convivencia familiar. También podemos gozar de la belleza de su paisaje, de los árboles, flores y otras formas de vida, como son las mariposas o las aves. Y en cuanto a sus beneficios ambientales, ayudan a reducir la contaminación del aire y del ruido de nuestro entorno, con su sombra mejoran el microclima, dándonos gran confort y además al infiltrar el agua de lluvia al subsuelo contribuyen a la recarga de los acuíferos de donde obtenemos buena parte del agua potable que tomamos. Es decir, los espacios verdes en las ciudades no son un lujo en nuestra vida y deben cobrar un lugar preponderante como parte de nuestras demandas ciudadanas, ante la cada vez más deteriorada calidad de vida de quienes habitamos en las ciudades.
Es por ello, que la Organización de las Naciones Unidas para la Agricultura y Alimentación (FAO por sus siglas en inglés) ha venido impulsando el programa: “Árboles conectando personas: juntos en acción”, a fin de otorgarle a los árboles y bosques urbanos un lugar esencial dentro del desarrollo urbano. Es necesario que México se sume a este esfuerzo internacional con el fin de promover ciudades verdes y sostenibles a lo largo y ancho de todo el país, en donde exista un mosaico de setos vivos, árboles o arbustos rompevientos, jardines caseros, huertos escolares y comunitarios, parques recreativos, calles con filas de árboles, en terrenos privados, comunales o públicos, para hacer de cada calle un bosque ciudadano y diminuto, como algún día escribiera un poeta mexicano.
Pero también se requiere de nuestra participación activa para adoptar el árbol que esté frente a nuestra casa, hacer composta con nuestros residuos para fertilizarlos, así como aprender a podarlos y cuidarlos adecuadamente, para contar con más espacios verdes de calidad. Hay que poner manos en acción para que nuestros hijos dejen de estar encerrados en casa viendo la televisión y comunicándose con sus amigos solamente a través de una computadora; los espacios verdes son sin duda, una estrategia idónea para promover el contacto físico, el juego, el deporte, la cultura y el arte, todo aquello que nos hace verdaderamente humanos y que de manera urgente necesitamos fortalecer en una época tan crítica como la que vivimos.