El Jardín de Suculentas de Xochitla será inaugurado próximamente. Ubicado exactamente en su acceso principal, tiene una extensión de 540 m2 y está conformado por 40 especies mexicanas, principalmente agaves y echeverias. Estas plantas son conocidas como “suculentas” (del latín suculentus = “jugoso”), porque almacenan enormes reservas de agua en sus tejidos, a fin de soportar los largos periodos de sequía que existen en los ambientes áridos y semiáridos donde generalmente habitan, lo que les da un aspecto peculiar y de gran belleza.
Las plantas suculentas han desarrollado diversas estrategias para conservar el agua; por ejemplo, los tallos de los magueyes, conocidos como pencas, son los que realizan la fotosíntesis, en lugar de las hojas; dichas pencas, están dispuestas en forma de rosetas para darse sombra y reducir con ello la transpiración de la planta. En el caso de las echeverias, éstas también forman rosetas densas y sus hojas tienen una epidermis muy gruesa para evitar su marchitamiento por desecación, teniendo la capacidad de almacenar agua hasta por un periodo de tres meses.
Desafortunadamente, varias de estas especies se encuentran en peligro de extinción, debido a que son extraídas de manera irracional de los lugares donde viven, para formar parte del tráfico ilegal de especies vegetales a nivel internacional o bien, por la destrucción de su hábitat, debido a la expansión de las actividades humanas como la agricultura, la ganadería, la industria y la construcción de vías de comunicación o de asentamientos humanos.
México es el centro de diversidad biológica y cultural de los agaves a nivel mundial; de un total de 211 especies que existen, 159 habitan en nuestro territorio, es decir, 75% del total. El nombre, agave, deriva del griego “agavus” = admirable o noble, pero los mexicas lo llamaban mexcalmetl (de donde proviene la palabra mezcal). En la época prehispánica, el agave era considerado una planta maravillosa porque les proveía de alimento, bebida, vestido y materia prima para la elaboración de numerosos productos (aguamiel, fibras de ixtle para bolsas, mecates, canastas, ropa; cepillos o escobas, pencas para cocción de alimentos o para techos, bálsamo para heridas, dulces de quiote, jarabes, etc.).
Por su parte, las plantas del género Echeveria, son conocidas comúnmente como “tememetlas,” vocablo náhuatl que significa “magueyitos regados sobre las piedras”, o también como conchitas o siemprevivas. Son plantas silvestres exclusivas del continente americano; en México existen cerca de 140 especies, muchas de ellas endémicas, es decir, que sólo existen en lugares muy específicos de nuestro país, siendo el estado de Oaxaca el de mayor riqueza con 47 especies, seguido de Puebla e Hidalgo, con 19 y 18 especies respectivamente.
Algo sorprendente es que, tanto agaves como echeverias, no realizan la fotosíntesis en el día, como la mayoría de las plantas; sino que abren sus estomas en la noche, para tomar el bióxido de carbono, a fin de no perder agua en las horas de mayor insolación. También son muy útiles porque, por medio de sus hojas que tienen una gran cantidad de pelos diminutos (tricomas), ayudan a filtrar contaminantes o incluso metales pesados, como plomo, mercurio, arsénico, etc., que puedan existir en el agua de lluvia. Su uso medicinal data de la época prehispánica: eran utilizadas para el dolor de cabeza, bajar la temperatura, como antiséptico en heridas y llagas y para lavar y desinfectar la boca, entre otros. En la temporada navideña son recolectadas para adornar los nacimientos, aunque después son desechadas a la basura, mientras que, en países como Inglaterra, Estados Unidos, Alemania, Australia, Japón y Corea del Sur son altamente cotizadas como planta de ornato, debido a la belleza de sus hojas, sus colores, lo llamativo de sus flores y su durabilidad.