
Llegan las fiestas decembrinas, sin duda la temporada favorita de muchos y con ellas las clásicas pastorelas. ¿Pero qué sabemos de ellas? Es imperativo conocer un poco de su historia ya que, por años, han formado parte de la tradición mexicana.
La cultura teatral existe en algunas regiones mexicanas desde antes de la conquista española. A la llegada del ejército de Hernán Cortés, a causa de la evangelización, las expresiones culturales y artísticas de México sufrieron un proceso de sincretismo*1, dándoles así, un toque único que ha persistido en la actualidad.
Las pastorelas tienen un lugar en nuestro país desde la época virreinal, su objetivo era explicar a los habitantes originarios los misterios de la Eucaristía y aspectos de la religión católica. Se dice que, en 1530, en México se hizo la primera representación escénica del nacimiento de Jesús. Los primeros en realizarla fueron los franciscanos; el obispo de la Nueva España, fray Juan de Zumárraga, libró una ordenanza para la celebración.
La primer pastorela escrita y montada en México fue La Adoración de lo Reyes Magos, escrita por el fray Andrés de Olmos, en 1550. Fue escrita en náhuatl para facilitar la conexión con los nativos.
Años después, el escritor Joaquín Fernández de Lizardi, conocido como El Pensador Mexicano, escribió en 1818 su Pastorela o La Noche más Venturosa, la cual se convirtió en una de las obras más representadas en escenarios mexicanos. En el siglo XX se cambió el lenguaje culto del escritor Fernández de Lizardi por expresiones más populares, cercanas al pueblo y a las críticas políticas y sociales.
Para los evangelizadores no fue difícil instituir el drama litúrgico, ya que los indígenas estaban acostumbrados a representar en forma plástica lo concerniente a los ritos de los dioses que honraban.
*1 Unión de dos o más tradiciones culturales sin una coherencia sustancial.